sábado, 12 de septiembre de 2015

El Padrino I o la hipocresía religiosa

Casi dos meses hace que dejaba reposar mi voz tan propensa a increpar por medio de mis artículos en este blog, en parte porque la actualidad me parece actualmente aburrida excepto por la crisis migratoria, para la cual tengo pensado publicar algo, pero aún no sé si hacerlo aquí. Esta es la otra razón por la que no he publicado nada en prácticamente dos meses, y es que he iniciado otro proyecto junto a tres colegas con los que comparto opinión en ciertos aspectos, que se basa en la creación de un nuevo blog, del cual dejaré la dirección en este post, de temática parecida, pero con un par de añadidos: la reseña cinematográfica y la reseña literaria. De modo que a la apertura del susodicho, mi principal ocupación fue inaugurar ese blog personalmente y publicar una entrada mía, ya que mis compañeros lo hicieron hace unas semanas. Sin embargo, una vez inaugurado el otro proyecto y al fin de las vacaciones de verano, me propongo encauzar este mi primer proyecto, el cual empecé con mucha ilusión y, mientras no la pierda, pues no la he perdido, seguiré impregnándolo de mi más verídica opinión.

Dejo aquí el enlace, para quien quiera leer críticas de mis compañeros o la que tengo allí publicada: Vituperio 451.

Una vez explicada mi ausencia desde el día 17 de julio, me dispongo a exponer una nueva reflexión, y de qué mejor manera que con la última película que he visto, El Padrino I, incorporando así la nueva temática que he explorado en mi otro blog, en el que publiqué una reseña de Scarface, otra perla del género.

El Padrino I, por si algún lector aún no ha visto esta gran película, gira en torno a la familia Corleone, en cuya cabeza se sitúa Vito, interpretado de forma estelar por Marlon Brando. La película comienza con la boda de la hija de don Vito, una boda por todo lo alto, y de la cual cabe resaltar lo siguiente: de sus hijos varones, Sonny, Fredo y Michael, solo Michael se mantiene al margen del celebérrimo negocio de la familia, mientras Fredo, y más profundamente Sonny, se involucran totalmente en el mantenimiento del poder de la familia en Nueva York. Además, como hijo adoptivo figura Tom Hagen, que fue adoptado por Vito tras ser abandonado por sus padres, alemanes. Se podría decir que Hagen es el número dos en el escalafón de la familia al comienzo del filme pues, mientras que Sonny y Fredo realizan funciones tales como la extorsión o la representación de Vito, Tom es el consigliere o consejero del mismo, es decir, este no toma una decisión a no ser que esté abalada por Tom y, en segunda instancia, por Sonny. La verdadera acción comienza con la negociación de Vito, Tom y Sonny con Sollozo "El Turco", un nuevo cacique neoyorquino del narcotráfico, el cual pide a Vito protección política, judicial y también personal. Sin embargo, este se niega a ser socio de Sollozo, pues piensa que el negocio de la droga es sórdido y sucio en demasía frente a la "pureza" de los casinos y las armas, sus negocios principales. Tras esto, los hombres de Sollozo, en colaboración con la familia Tartaglia, otra de las Cinco Familias de Nueva York, intentan asesinar a don Vito, dejándolo en cama el suficiente tiempo como para poner en jaque a la familia Corleone. Esta, bajo el dominio momentáneo de Sonny por la imposibilidad del Padrino, organiza el asesinato de Sollozo y su colega McCluskey, capitán de la policía de Nueva York. Sorprendentemente, quien se encarga de esta tarea es Michael, el cual siente como una ofensa personal el intento de asesinato de su padre. De este modo, Michael se empieza a involucrar en el entramado criminal de la familia. Poco después, los hombres de Tartaglia tienden una emboscada a Sonny, siendo asesinado por estos. De este modo, es Michael, que había estado refugiado en Italia tras el asesinato, el que adquiere el título de Padrino de la familia pese a que Vito ya está recuperado físicamente; sin embargo, este está ya cansado del negocio, por lo que se dedica a cuidar a sus nietos y su pequeña huerta en la mansión familiar.
Una vez Michael se asienta en su posición de cabeza de familia, comienza el restablecimiento del poder que los Corleone habían perdido desde la negativa a Sollozo, por lo que Vito, en su último acto como Padrino, se reúne con las otras familias de Nueva York para ponerle trabas al negocio del narcotráfico y así permitir a quien no quiera perpetrarlo seguir adelante. Pese al acuerdo, la reunión no acaba con buen sabor de boca para los Corleone, por lo que Michael traza su plan maestro, asesinar a todos los Dones de las otras familias y así recuperar el respeto que perdieron por no querer mancharse las manos. De esta manera acaba la película, lo que invita a ver la segunda parte, la cual tengo pendiente.

La última escena es quizá la moraleja que Coppola quiso transmitirnos con esta gran obra audiovisual. En ella, dos personas entran en el despacho de Michael a tratar cualquier aspecto del negocio familiar una vez recobrado el respeto en Nueva York. Tras ingresar en la sala, estos dos señores cierran la puerta del despacho, en el que está sentado Michael, en la cara de su mujer, escena que yo interpreto como una crítica a la obsesión en los negocios en detrimento del cuidado de la familia, pues hay que señalar que tras convertirse en padrino, Michael a penas pasa tiempo con su mujer y su hijo, traicionando así el gran principio de su padre, estar siempre apegado a la familia.

Sin embargo, yo personalmente me quedo con una escena que me llamó muchísimo la atención. En ella, Michael se encuentra en la misa bautismal del hijo de su hermana, en la cual el cura recita los típicos sortilegios de este tipo de ceremonias. "¿Renunciarás a Satanás y todas sus falsas promesas?" es quizá la más significativa. Pues bien, mientas el cura levanta la voz en nombre de Dios, Michael responde lo procedente a estas cuestiones, ya que es el padrino bautismal del susodicho. Lo interesante es que mientras dentro de misa todo parece un mundo aterciopelado e inocente, afuera, en la calle, los hombres de Michael están asesinando a los caciques de las otras familias. Y es esto lo que vengo a criticar en este artículo, sin más rodeos, que está reflejado en el título: la hipocresía religiosa, no solo en la mafia, ni mucho menos, sino en la mayoría de las esferas sociales.

Se me hace inevitable no fijar mi atención en ciertas personas que eligen la asignatura de Religión en el instituto y que según dicen van a misa, pero es más fácil verles soltando improperios y blasfemias varias que asistiendo a dichas ceremonias religiosas. Sin embargo, tampoco lo he de criticar tan profundamente, pues yo hacía exactamente eso, si bien es cierto, no por el contenido de la asignatura, sino porque el profesor nos impartía más bien clases de Teología, y es sabido que a mí cualquier reflexión filosófica me atrae.
Sin embargo, hay otros tipos de personas, algunas cercanas a mí, que asisten a misa con cierta asiduidad pero son personas profundamente desdeñosas, vacías, rencorosas e intolerantes, hasta el punto de despreciarnos a mí o a algunos de mis amigos por ser ateos y no creernos esas patrañas que se profesan en los centros de culto ya referidos, y es que se oye mucho ese discurso tan "cristiano" proferido por Jesucristo de la unión de la especie humana en hermandad sin ningún tipo de distinción. Lamentablemente, son palabras que se lleva el viento, pues las primeras personas en contra del matrimonio homosexual o de la aceptación de gente de distinto tono de piel son estos "cristianos" que, como decía Pablo Iglesias, los domingos van a misa y los sábados, de putas. Y dijo putas como podría haber dicho manifestaciones homófobas, xenófobas, contrarias al aborto... Cualquier tipo de medida contraria a lo que precisamente su más célebre profeta enseñó. Empiezo a dudar acerca de qué pueblo despreció más a Jesús, el judío por no aceptarle como enviado de Yahvé, o el cristiano, por tomar sus enseñanzas tan a la ligera, de forma insultante.

Y esto adquiere un volumen aún mayor si fijamos nuestra atención en el actual gobierno de España, del Partido Popular. Prácticamente todos sus miembros, por no decir todos, son cristianos practicantes confesos. Sin embargo, no encuentro su espíritu cristiano por ningún lado, pues ya ha ocurrido, y más de una vez, que gobernantes de este partido político han decidido llevar el dinero público que cobran y que debería invertirse en el pueblo a paraísos fiscales, como Suiza o las Islas Caimán. Dudo profundamente que Jesucristo dijese en algún momento que robar a los pobres estuviera bien, como también dudo que Dios le dijera a Juan Pablo II que los socialistas soviéticos merecían la excomunión por no aceptar su fe. Es bien sabido que, si por el sentido común se guiasen, los cristianos deberían estar más cercanos ideológicamente al socialismo que al liberalismo; si bien es cierto, falta por determinar si los Papas de Roma (y el resto de "cristianos") que ha habido durante los siglos XIX, XX y XXI eran realmente cristianos, pues los veo más bien unos hipócritas, capaces de denigrar a otros seres humanos hasta el punto de negar la existencia de su patria, como ocurre con el Estado de Palestina.

Desde aquí llamo a la clemencia a los que aún se identifiquen como cristianos. Por favor, no os dejéis llevar por lo que predique un líder que vive en su palacio de mármol y no ha tenido contacto real con quien pasa penurias para dar de comer a sus hijos, pues carecen absolutamente de sensibilidad. Deseo profundamente que algún día los cristianos vuelvan a ser lo que Jesucristo intentó que fuesen, los ayudantes de las clases más maltratadas de la sociedad. Cada vez tengo más claro por qué las clases bajas se situaron en la izquierda política, pues el cristianismo, que debería haber sido su salvación, tiempo ha que se situó con el poderoso y olvidó su razón de ser.

2 comentarios:

  1. Buen artículo, sobre todo si tiene de pretexto una obra maestra como la de Coppola. A seguir así bro.

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    1. Muchas gracias, este tipo de comentarios me animan a no callarme aunque el mundo intente hacerlo.

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