jueves, 4 de junio de 2015

El odio

Imperfecciones tiene el ser humano a miles, y el número de problemas con los que cuenta el mundo actualmente están rondado la anterior cifra. Obviamente es inviable la creación de un ser humano perfecto, ya que incluso el Übermensch nietzscheano funda su grandeza en el subjetivismo, lo que da lugar a una confrontación de opiniones acerca de lo que es un superhombre para una persona u otra. Sin embargo, existe una total objetividad sobre cuál es un ignominioso problema para nuestra especie: el odio, como bien he procurado que indicase el título. Porque el odio implica otra numerosa cantidad de problemas: peleas, insultos, intolerancias, y a un peor nivel, muertes, guerras, y otros derivados de este mal del que adolece la Humanidad.

Odio hay en todos los ámbitos. En política haremos el primer inciso. Está clara la primera confrontación o "futbolización" (véase el post anterior) entre partidos. El PP frente al PSOE, que fundan su rivalidad en una obviedad: el bipartidismo que sufre España desde la muerte de Franco, y del que afortunadamente ya estamos saliendo; era necesaria la apertura de nuestra acérrima mente. En las anteriores elecciones generales estos dos partidos se repartieron 296 de los 350 escaños totales, es decir, cerca del 85% de la totalidad de la representación de la ciudadanía. Como dije en el post referido anteriormente, los partidos en España acostumbran a hacerse campaña cruzada, de modo que desde el PSOE se critica lo que supuestamente propone el PP y viceversa. Pasadas las elecciones se deja ver que la desenvoltura de ambos en el Gobierno no se diferencia en demasía, al menos en lo económico.
El segundo odio que observamos en política es el de los partidos dinásticos contra Podemos. Este último año hemos visto una enorme campaña antipodemos con el objetivo de impedir su ascenso en el patio de recreo que es la política de este país. Un patio en el que se permite la entrada de todo el mundo, incluso los que lo quieren privatizar. Hemos visto cómo incluso la televisión nacional, en especial el canal 24h, ha acostumbrado a sentar a Pablo Iglesias con adversarios de dudosa convicción democrática, simplemente por insultar sus propuestas para así mantener su condición. No olvidemos que la propuesta de Podemos -independientemente de su viabilidad o no- es, en resumen, obtener más justicia y un reparto más equitativo de la riqueza, y esto obviamente no convence a grupos como el PP, que suelen beneficiar a sus amigos banqueros, empresarios, etcétera.
Pero este odio es totalmente injustificado. Ninguna propuesta de las que estos partidos hacen campaña son ilegales -aunque hay algunas que son de dudosa legitimidad-, así que no entiendo la confrontación. Apuesto por la aceptación, la justicia y la democracia, que, como ya he dicho en varias ocasiones, no se restringe a meter un papelito en un cubo de cristal, sino en el respeto y la legalidad, en extinción en esta España que nos ha tocado sufrir.

Otra representación del gran mal de la Humanidad es el odio en el fútbol, para mí la más grave, ya que desde algo tan frívolo como un deporte se obtienen los más encarnizados y flagrantes debates que podemos ver. No hay más que acercarse a los aledaños de un estadio un fin de semana liguero. Aficionados de uno y otro equipo que por su equipo darían su honor, hasta el punto de vincular el sentido de su vida con ver un partido de considerable importancia. Nihilismo en potencia, pensaría Nietzsche. Consideraciones filosóficas a parte, no pude evitar ver malograda mi sensibilidad al ver las imágenes de Jimmy, de los Riazor Blues, un grupo de extrema izquierda y seguidor del Deportivo de la Coruña, siendo arrojado al río Manzanares por hinchas del Frente Atlético, un grupo de extrema derecha y seguidor del Atlético de Madrid. Obviamente el fútbol no es la razón de la batalla campal que allí tuvo lugar, es simplemente una vía para dar salida a su odio, pero no quiere decir que el fútbol no sea culpable de dar lugar a estos enfrentamientos y grupos ultras. Por dar unos ejemplos, el FC Barcelona y el Real Madrid ya expulsaron a sus grupos extremistas, los Boixos Nois y los Ultra Sur, respectivamente. Dos ejemplos de equipos decentes, que solamente quieren dar lugar a grandes enfrentamientos futbolísticos, de gran belleza para quien firma estas líneas, sin entrar en debates de quién es el mejor jugador del mundo o el peor entrenador, o al menos sin tomar represalias o llegar a odiar a una persona por sus gustos. Se trata, en fin, de un medio de catarsis para esta gente, que no tienen otra forma para expresar su odio contenido que destruyendo este bonito deporte.

Por último, tenemos el odio por regiones, el odio civil. Y voy a hablar de dos en concreto. El odio de cierta población catalana a todo lo relacionado con España, y viceversa, el odio de una cierta población española a Cataluña. Y es que los unos aborrecen a los otros por su cultura, idioma o simplemente por ilusiones históricas. Cataluña lleva pidiendo su independencia formalmente desde finales del siglo XIX, cuando tras varias malas actuaciones de la Corona con esta región y su excelente avance industrial les llevaron a contemplar esta posibilidad. Del otro lado están los unionistas, cuya intención es hacer piña entre españoles para salvar esta crisis que corroe todo lo que nos rodea. He de decir que ambas posiciones, tal cual están expuestas, son lícitas. Lo que no es lícito es la invención de una fábula histórica para explicar el nacionalismo catalán (los celebérrimos Països Catalans y su "invasión por España") y la ideología de que el catalán es un invento de ciertas poblaciones para dar un significado más allá del enfado a la cuestión nacionalista. Y como en todos los ámbitos sociales en los que hay una confrontación de opiniones, la gente hace catarsis con cualquiera de estos temas, ya que es fácil odiar desde la lejanía y sin tener a quien se odia enfrente.

En conclusión, creo que los españoles deberíamos someter a profunda revisión nuestra democracia, ya que tal no funciona con la criminalización de un partido por otro, de un equipo por otro, o de un pueblo por otro. La verdadera democracia es la aceptación de las diferencias, la democratización de estas, su plena adopción, sin dar lugar a más enfrentamientos que no hacen más que empeorar el modo en que nuestro país encara la crisis política, económica y social que cargamos sobre nuestros hombros desde hace aproximadamente 7 años.

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